Erase una vez, una pequeña hotelera madrileña afincada en Sevilla (Hotel Holos) que por arte de birlibirloque conoció a un soñador que hablaba de liturgias. Este soñador, muy Gallardo, le invitó a su casa con la promesa de que haría un viaje hacia los sentidos, ruinas pasadas que darían paso nuevos pilares del ser (Mayo 2008).
La experiencia fue tan inquietante y a la vez tan maravillosa que la pequeña decidió continuar las enseñanzas del maestro retomando el camino hacia la arquitectura de los sentidos (Julio 2008). Quería ver si sería capaz de abrir los ojos y ver de otra manera lo que le rodeaba.
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